LOS DOS óRGANOS SEXUALES POR EXCELENCIA (AL MARGEN DE LOS GENITALES)

Claramente existen dos órganos sexuales por excelencia, la piel y el cerebro. Por supuesto, los genitales se ocupan del acto sexual en sí, pero sin los dos primeros, la excitación y el placer son casi imposibles. La piel es un enorme sensor que detecta todo lo que está a nuestro alrededor o en contacto con nosotros. Informa continuamente y escanea lo que nos rodea, y lo trasmite al cerebro, que procesa la información y envía las ordenes necesarias. Si un objeto cortante se pone en contacto con nuestra piel, nuestros detectores informan al cerebro y este da una orden a los músculos para que nos apartemos.

Para eso contamos con unos corpúsculos que tapizan nuestra epidermis. Unos reaccionan al tacto suave, como los de Meissner, otros al estiramiento o al calor como los de Ruffini, o los de Pacini a la presión y las vibraciones. Y las estrellas de la fiesta del sexo son los corpúsculos de Krause. Su localización está en las capas profundas de la piel y las mucosas, y tienen unos primos más especializados en las zonas genitales que son especialmente sensibles a las vibraciones.

Curiosamente, y en contra del mito de que los hombres disfrutan más del sexo, son las mujeres las que tienen más de estas terminaciones del placer. Se supone que en el clítoris hay de 8.000 a 10.000. Mientras, en el pene hay de 4.000 a 6.000. O sea que, dejando aparte las habilidades personales, es el género femenino el que tiene más potencial para disfrutar, cuando esos maravillosos corpúsculos se ponen a vibrar.

Pero dejando aparte la genitalidad, la piel y los labios es el campo donde se desarrolla la maravillosa batalla del sexo. Las caricias, los besos, y el contacto elevan el nivel de excitación. El cerebro procesa el mensaje y hace que el corazón bombee más rápido, y que los músculos se pongan en movimiento. La piel se calienta, lo cual es enormemente positivo porque representa más oxígeno y más nutrientes que llegan a nuestras células. Estas respiran y comen mejor, y, por tanto, mejora su funcionamiento y su apariencia.

Se generan endorfinas que ayudan a subir las defensas y a combatir el estrés, y, el orgasmo traerá consigo un aumento de andrógenos y estrógenos, y una liberación de neuromoduladores beneficiosos como la vasopresina, oxitocina, norepinefrina y serotonina. Estas mágicas substancias ayudan entre otras cosas a que la piel esté más hidratada y que fabrique mucopolisacaridos que contribuyen en gran medida a su turgencia.

Por supuesto, una piel hidratada y en forma hace que las caricias sean más placenteras. Y, una epidermis seca y áspera impide que nuestras neuronas trasmitan bien el mensaje del placer. Por desgracia existen muchas alteraciones de la piel que vuelven el contacto difícil o imposible. Enfermedades en las que hay descamación como los eczemas, la dermatitis atópica o la psoriasis en las que la piel está irritada e inflamada hacen que el tacto de otra persona produzca más incomodidad y dolor que gusto.

Para intentar evitarlo contamos con todo tipo de productos que tienen un efecto sobre la piel, gracias a extractos de plantas como la avena, la caléndula, la mimosa o la rhodiola; aceites como el de cacay , el de babassu, argán o rosa mosqueta que le dan emoliencia a la piel; y substancias como los insaponificables de aguacate que rellenan las grietas de la piel, ayudando a crear una superficie suave y agradable. Hay que preparar y mimar nuestra piel, porque de eso dependen muchas cosas, entre ellas el placer que podamos sentir.

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